Actualidad
Por Oscar aleuy , 26 de octubre de 2025 | 11:13Felipe Bate, el portento intelectual de los 50
Atención: esta noticia fue publicada hace más de 15 días
No es fácil llegar tan lejos, recorrer palmo a palmo Aysén en busca de sus secretos arqueológicos, hacer que sus libros sean leídos en todo el mundo y descollar en los ámbitos académicos de prestigiosas universidades.
Felipe Bate iba pintado para llegar a esto. Aunque él ni siquiera se lo imaginaba, pero sus compañeros y amigos del grupo escolar de calle Prat, sí. Y también los del Liceo Fiscal de la época, cuya directora era su abuelita Chepa, la inolvidable Josefina Aguirre Montenegro. Coyhaique estaba formando los primeros cerebros y celebridades académicas, aquellos que egresaron de las universidades a fines de los 70.
Llegó a Coyhaique por obra de la casualidad, en 1957. Sus padres, Alejandro y Erica, se conocieron en el Liceo Alemán de Santiago, un destacado arquitecto y una gringa de piel pálida que usaba grandes gafas para el sol. Primero había llegado la abuela de Felipe, doña Josefina como encargada de las comisiones que examinaban a los egresados del Liceo Particular y obviamente no fueron muy bien recibidas ni por los apoderados ni por los mismos alumnos.
Bate es bastante claro al contarlo: Resulta que a la comisión que vino de Aysén la apedrearon en el camino porque a nadie le gustaba. Y por eso se pidió a Santiago la comisión en la que venía mi abuela.
Los Bate Petersen llegaron un día invernal de 1957 con tres hijos, Felipe, Rosario y Alejandro, aún resonando en sus oídos los conceptos que sobre esta tierra le habían escuchado a la profesora abuela. ¿Nos vamos a Coyhaique, gringa? le preguntó su padre a Erica Petersen. A los quince días ya estaban aquí, descargando bártulos en una casa de dos pisos que quedaba detrás del gimnasio de la calle Magallanes.
Los comienzos de Felipe
Muchos de los compañeros de curso de Felipe reconocen su debilidad por las piedras, sus formas, colores y representaciones, una fijación muy similar a la del personaje de la película Cadena Perpetua, de King, que buscó con la mirada vacía piedras de todos tipos durante décadas en el patio de la cárcel con el pretexto de pulirlas para diseñar piezas de ajedrez.
Felipe se dejaba llevar por el aire limpio de Aysén, y buscaba piedras con deleite sordo y en silencio. Sus amigos le tenían respeto en la escuela y también en el Liceo Fiscal adonde llegó para cursar el primero y segundo de humanidades. Desde ahí sus primeras expediciones caseras rumbo a las montañas acompañados por sus amigos, a juntarse con ellos y a escanciar sabrosos mostos en plena adolescencia coyhaiquina, prefiriendo para ello los alrededores, o las praderas del Simpson y el Mañihuales, siempre en compañía de ciertos elegidos.
Cuando se iniciaba la Prueba de Aptitud Académica optó por Psicología en la Católica y en la U. Pero llegó el golpe y en Santiago se empezó a oler la pólvora, por lo que tuvo que buscar la forma de irse, viajando en Noviembre de 1973 a México, y asumiendo como becario en el Departamento de Prehistoria del Instituto de Antropología en capital federal, hasta que ganó por concurso una interesante plaza como profesor e investigador en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cargo que ostentó con orgullo hasta el final de sus días laborales.
Largo y exitoso camino
En 1996 se graduaría como Antropólogo Social y luego vendría su Doctorado en Prehistoria y Arqueología en Sevilla. Bate no deja de sentirse orgulloso, aunque sin demostrarlo ni hacer mucho aspaviento. Su calidad profesional es tan alta, que no hay universidad en el mundo que en sus áreas de Arqueología y Antropología no consigne sus obras como obligatorias. En la actualidad Bate, el mismo que en 1959 inventara en el centro del patio de la Pedro Quintana el plano garabateado de un fabuloso platillo volador ante la emoción de sus pares, es uno de los arqueólogos más prestigiosos de América Latina y el editor del Boletín de 'Antropología Americana, medio de publicación especializado de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Bate se ha dado el lujo de publicar unos 6 libros y más de 200 monografías, ponencias y boletines, destacando títulos tan inconfundibles en su área como Sociedad, formación económico-social y cultura (1978), Comunidades primitivas de cazadores recolectores en Sudamérica (1983), Cultura, clases y cuestión étnico-nacional (1984), El proceso de investigación en arqueología (1998), Comunidades andinas pre-tribales: los origenes de la diversidad y Arqueología y Marxismo, manteniendo en prensa dos nuevos volúmenes.
Este portento de intelectual, educado en las aulas de una escuela y un liceo coyhaiquino, viene de vez en cuando a visitarnos durante entretenidas jornadas donde se junta con algunos de nosotros. Loa última vez lo vi tendido en una calle de la ciudad en la verada leyendo el Memorial de la Patagonia, que le regalé a su llegada. No lo podía creer y me llamó para darme consejos y felicitarme.
Cuando llegaba, siempre se sabía y el movimiento de agrupación cobraba vida para esperarlo en alguno de los patios o casas de sus ex compañeros de escuela. A estas alturas de la vida acudían los de siempre, cuando llegan las últimas noticias sobre su pronta visita. Ese mismo grupo respira hoy recuerdos lentos de aquellas cercanas jornadas de regocijo, correrías llenas de bríos y tiempos de formas borrosas pero energizantes.
Otro de los méritos de Bate es que realizó los descubrimientos de los sitios de mayor relevancia de la región de Aysén, que luego serían continuados por distintos estudiosos. Sus hallazgos se concentraron en Coyhaique y Cochrane pero principalmente en Río Ibáñez, destacando la evidencia de poblaciones iniciales en el Río Huemules (12.000-9.400 a.p.) y la excavación de un sitio asociado a fauna extinta (Baño Nuevo, 9.000 a.p.) perfilando de ese modo un primer atisbo regional para la arqueología aysenina. El Golpe de Estado de 1973, le forzó a congelar sus prospecciones partiendo al exilio, lo que hizo que esta porción de Patagonia entrara en estancamiento por casi una década en cuanto a recopilación de datos, aunque no en cuanto a investigación de datos. Bate incluso alcanzó a llevarse a México algunos manuscritos con acuciosas notas, fotografías y esbozos de materiales de superficie de áreas que hoy en su mayoría están cubiertas por las cenizas del Hudson de 1991, lugares en los que sería imposible enfocar su secuencia historiográfica si no fuera por sus investigaciones.

Felipe hoy
Este arqueólogo de ojos celestes y extraordinario sentido del humor, vive en México, y se casó con una bella portuguesa, María Teresa de Fonseca Correia. El gringo tiene muchos otros talentos, como la cocina, la psicología y la política, y lo más importante, adora venir periódicamente a Aysén, donde probablemente sea el lugar al que más regresó para compartir con su gran colega Pancho Mena, o sus amigos de escuela de Grupo Escolar en los cincuentas, llenos de imágenes de la niñez cuando despuntaba la adolescencia.
Para no sentirse orgulloso de aquella generación dorada de un Coyhaique que balbuceaba apenas unos grititos de inquietud para crecer, mientras se fraguaban a fuego lento las almas y los cerebros de nuestros privilegiados tiempos en medio de la vida coyhaiquemente.
